Miguel Delibes. El paisaje en su obra y en mi pintura
La obra de Delibes a través de la pintura en una selección de cuadros que he pintado
El paisaje de Castilla
La naturaleza tan presente en la obra de Delibes ha influido de manera notable en mi pintura también, por ello aquí dedico algunas obras a la memoria de este gran escritor.
Se trata de varios extractos de sus diferentes libros en los que habla sobre el paisaje de Castilla que tanto he estudiado a lo largo de los últimos años.
A nivel técnico se trata de un trabajo minucioso de investigación de la composición y color de estos paisajes en los que en apariencia parece sencillo trabajar debido a la amplitud de cielos y campos carente de cualquier relieve y elemento que lo adorne y esto hace que el motivo tenga más verdad que otro motivo, es decir que lo que se pinta deba estar en su sitio de manera correcta ya que de otra manera saltarían a la vista los errores cometidos, cosa que es más fácil de corregir en cuadros con elementos adicionales como árboles o montañas.
La dificultad entraña en que cada una de las divisiones de cada terreno delimitada por la gente del campo han de tener su perspectiva adecuada y su color correcto, es decir su tono de color correcto.
Miguel Delibes y el paisaje Castellano
«Ancha es Castilla, reza un viejo y acreditado aforismo. Pero si Castilla es ancha o no lo es depende no sólo de la perspectiva que adoptemos para contemplarla, sino de la parte del país que recorramos, lo que equivale a afirmar que Castilla, antes que ancha —o además— es varia y diversa. M. Bartolomé Cossío afirma que el paisaje de Castilla es el cielo, mientras Ortega y Gasset asegura que en Castilla no hay curvas.
(Miguel Delibes)
(Del libro Castilla, lo castellano y los castellanos)
La pimpollada del páramo
«Todo eso es de la parte de poniente, camino de Pozal de la Culebra. De la parte del naciente, una ves que se sube por las trochas al Cerro Fortuna, se encuentra uno en el páramo. El páramo es una inmensidad desolada, y el día que en el cielo hay nubes, la tierra, tan parece el cielo y el cielo la tierra, tan desamueblado e inhóspito es.
Cuando yo era chaval, el páramo no tenía principio ni fin, ni había hitos en él, ni jalones de referencia. Era una cosa tan ardua y abierta que sólo de mirarle se fatigaban los ojos.
Luego, cuando trajeron la luz de Navalejos, se alzaron en él los postes como gigantes escuálidos y, en invierno, los chicos, si no teníamos mejor cosa que hacer, subíamos a romper las jarrillas con los tiragomas.
(Del libro Viejas historias de Castilla la Vieja)
El libro sobre el que va la dedicatoria es «Señora de rojo sobre fondo gris» una de las grandes obras maestras de Miguel Delibes.